La alegría de lo nuevo toma proporciones gigantescas cuando se fija como objetivo, tal como sucede ahora en Venezuela, donde la gran mayoría, la voluntad general rousseauniana, desea un cambio político ya, pero el estrato político que domina las instituciones en contra del interés general reacciona a cada rato contra los ideales de los venezolanos; entonces, llama a los panegiristas encargados de hacer elogios del pasado, a lo que nunca funcionó como solución y programa socialistas en ningún lugar de la Tierra, sintiendo lo nuevo los asaltos de la deformación política, de la distorsión conceptual, por voceros fascistas de la propaganda oficial que llega a convencer incluso a los románticos, aunque escépticos.
La sátira política es indudablemente la más cercana al pueblo llano, a los oprimidos por el régimen dictatorial, que se siente muy bien maniobrando para conservar el estatus operado por Cuba. Los primeros dramaturgos áticos, no contentos con inspirarse hablando del pueblo, quisieron responder a sus aspiraciones más caras haciendo reír a costa de la rutina. El movimiento de reacción manifestado durante y después de la infortunada Guerra del Peloponeso tuvo por efecto dirigir el humor contra la voluntad de progreso, se movilizó el odio de pequeño burgués en los demos; la primera sátira política fue entonces reaccionaria dirigida contra todas las formas de utopía. El maestro del género: Aristófanes, quien escribió algunas de sus mejores comedias en detrimento de la esperanza, como lo hace en Los pájaros, ridiculizando la utopía social en general.
Dos ciudadanos atenienses, Evélpides y Pistetero, como si dijéramos Buena-esperanza y Fiel-amigo, hartos de los desórdenes, de pleitos, cábalas, intrigas, y tomando al pie de la letra irse a los cuervos, esto es, como decimos: irse al infierno, al diablo u otra cosa si no peor, huyen de Atenas y se encaminan al país de las aves en busca de Tereo, en otro tiempo rey de Tracia. Aceptada por el ex monarca pájaro la idea de construir una ciudad en los aires, convoca una asamblea (voluntad general) de todas las razas, que, acudiendo en gran número, se preparan a despedazar y embestir a los temerarios mortales que han osado penetrar sus dominios; mas, calmados por Tereo, cámbiase pronto su furia por entusiasmo cuando Pistetero desenvuelve un plan para devolver a los volátiles el cetro del mundo, que antes les había pertenecido. Los dos atenienses son naturalizados inmediatamente: la nueva ciudad llamada Nefelecocigia, es construida en un abrir y cerrar de ojos, y dos embajadores son enviados al cielo y a la tierra. Llegó a Nefelecocigia todo tipo de gentes, pero también Prometeo y una embajada compuesta por Neptuno, Hércules, que presentó proposiciones: Vencidas las dificultades se estipula la paz, Júpiter entrega su cetro a las aves y a Pistetero la mano de la soberanía: Concluye la comedia con un jubiloso canto de himeneo.
Aristófanes emplea el concepto de “voluntad general” al mencionar la convocatoria de la asamblea de todas las razas, es decir, desde el comienzo del pensamiento político griego existió como fundamento la consulta al cuerpo político para que se pronunciase acerca de ciertas propuestas que incumben al interés general, el cual concepto fue posteriormente desarrollado por los enciclopedistas franceses, pero especialmente por Jean Jacques Rousseau en su obra maestra El contrato social, tratado de derecho político, la más lograda que haya proclamado el principio de la soberanía del pueblo, siendo la voluntad general la única que puede dirigir el Estado de acuerdo con el objeto para el cual fue instituido, i.e., el bien común; puesto que el choque de intereses particulares llevó al surgimiento de las sociedades, los acuerdos entre aquellos intereses lo hicieron posible. El elemento común en esos diferentes intereses es lo que forma el lazo social. Si no hubiera existido ningún punto de acuerdo entre ellos no hubiera emanado la sociedad. Es solamente con base en este interés común que cada sociedad debe ser gobernada, no imponiendo un interés particular, como hace Maduro, quien apelando a un apoyo inexistente del pueblo deforma la idea de voluntad general derivándola hacia soporte del totalitarismo. Este es un riesgo del concepto.
Cuando Adam Smith, el gran filósofo escoses, dijo que “el consumo es el único fin y propósito de toda producción; y habría que atender al interés del productor solo en medida en que es necesario para promover el del consumidor”. James Mill no fue menos enfático a este respecto, “de los cuatro conjuntos de operaciones: producción, distribución, cambio y consumo, que constituyen la materia de economía política –dice– los tres primeros son los medios”. Nadie produce por el mero hecho de producir, y nada más. Las cosas se distribuyen y se cambian con alguna finalidad, que es el consumo
Para lograr este fin, los economistas clásicos recomendaban lo que Alfred Marshall llamó “el sistema de libertad económica”, esto es, que el objeto de la actividad económica podía lograrse de la mejor manera por un sistema de cooperación espontánea. Como consumidores, los ciudadanos deberían ser libres para comprar lo que mejor satisfaga sus necesidades, caprichos. Como productores, como trabajadores o como propietarios y organizadores de los medios de producción, deberían ser libres para emplear su fuerza laboral o su propiedad en formas que, a su juicio, les produjeran la máxima recompensa en dinero y satisfacción. Es el mecanismo impersonal del mercado el que, según su punto de vista, hace que se armonicen los intereses de los diferentes individuos. Claro, siempre hay que tomar previsiones contra los abusos, que lo hay, comenzando por los que brotan desde el desgobierno actual.
Puesto que Venezuela clama urgente por la reconstrucción nacional, por el trazado de una nueva utopía donde se diseñe la nación que deseamos, que sea expresión de la voluntad general, de un nuevo acuerdo que recoja el interés común, y siempre buscar el consentimiento del soberano, cuando se requiera. Tratar de organizar la actividad económica en el marco del mencionado “sistema de libertad económica”, como política liberadora de emprendimiento, energía, inversiones, para reconstruir el sistema económico tan maltratado por el despropósito dictatorial, comunista. A ambas nociones hay que incorporarlas al conjunto de nuevas normas constitucionales generales indispensables para restablecer el Estado de Derecho, la democracia, y el nivel de vida que merecemos. Viviremos a gusto en nuestro país como los griegos, según Aristófanes, que fundaron una ciudad en las nubes para vivir mejor, como busca la masiva migración de venezolanos. ¿Es esto una utopía? Si estas ideas no se convierten en una política, Venezuela jamás será un país desarrollado.