En días pasados Nicolás Maduro anunció de la manera más irresponsable la posibilidad de un bloqueo en contra de las islas holandesas en el Caribe: Aruba, Curazao y Bonaire. Declaración que ha causado gran preocupación dentro y fuera del país. El dictador Maduro dijo textualmente, nada más y nada menos, que había estado pensando en “…cerrar toda vía de comunicación, comercialización de todo tipo, aéreo y marítimo, con Aruba, Curazao y Bonaire, en cualquier momento”, lo que evidentemente va mucho más allá de un “simple” bloqueo comercial.
Una deplorable declaración unilateral contraria al derecho internacional propia de un gobierno forajido que desprecia todas las reglas, lo que merece el rechazo unánime, incluso de los más creyentes. El régimen trata de asumir, lo que es absurdo, el rol del Consejo de Seguridad de la ONU, facultado para adoptar tales medidas ante las amenazas a la paz internacional y su quebrantamiento.
El bloqueo anunciado nos recuerda las repugnantes acciones llevadas contra Venezuela por algunas potencias europeas a comienzos del siglo XX, que motivaron, por cierto, la elaboración de normas internacionales fundamentales hoy, como la relativa a la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, planteada inicialmente por el canciller argentino Drago. Incluso, más cerca, esta aberración nos recuerda la muy criticada aplicación extraterritorial de leyes nacionales (las leyes de Estados Unidos Helms-Burton y Torricelli) en contra de un país (Cuba), que han servido de bandera al comunismo internacional para justificar su fracaso, el desastre y el sufrimiento de los pueblos.
Las medidas unilaterales, por lo demás legítimas y legales (no sanciones), adoptadas por algunos países (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Unión Europea) en contra de algunos funcionarios venezolanos incursos en delitos graves de derechos humanos, en crímenes internacionales y en otros delitos de alcance transnacional, como la corrupción, el narcotráfico y el apoyo al terrorismo, han sido duramente criticadas por el régimen de Maduro y sus aliados internacionales que las han considerado contrarias al derecho internacional.
No ha habido hasta ahora reacciones del Reino de los Países Bajos, tampoco de la dirigencia política de las islas y ello quizás porque no toman en serio estas demenciales amenazas o porque estiman que una confrontación puede agravar las relaciones, en perjuicio de las islas que dependen, como sabemos, en gran medida, de sus relaciones con Venezuela. La comunidad internacional ha también guardado un silencio lamentable.
Las medidas unilaterales o bloqueo anunciados por Nicolás Maduro no tienen ningún fundamento jurídico ni justificación política alguna. Todo lo contrario. Solo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede imponer a un Estado medidas de esta naturaleza, en virtud de la Carta de la Organización, en especial, su Capitulo VII. De permitirse acciones unilaterales en esta dirección estaríamos simplemente convocando a la anarquía en el espacio internacional, lo que sería sumamente peligroso, además de representar un retroceso inaceptable.
A pesar de que a este régimen se le toma poco en serio, con su guerra económica y sus insólitos anuncios, la declaración no puede pasar por debajo de la mesa. La comunidad internacional debe condenarla e impedir que estos precedentes puedan alentar a otros Estados a adoptar medidas similares.
El régimen de Maduro debería explicar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el sentido, el alcance y la seriedad de esa declaración y su disposición de llevarla a cabo. El régimen tendrá que reconocer el disparate, no tiene otra salida. No podría hacer menos que retirar la amenaza, garantizar que tal amenaza no se repetirá y proceder a la reparación debida, tal como lo exige el derecho internacional ante la violación de normas fundamentales.
Ningún bloqueo es admisible sin la autorización de derecho internacional, del Consejo de Seguridad en particular, mucho menos cuando gobiernos seudo revolucionarios y farsantes, amantes de la ilegalidad y de la anarquía, pretendan imponerlos.