El título del presente artículo no tiene nada que ver con la “revolución socialista del siglo XXI”. Tampoco me refiero a la persona que ustedes están pensando, porque aún de payaso no recibiría espléndidos reconocimientos por su ausencia carismática, mal carácter y prepotencia, todo lo cual desfigura la imagen del auténtico clown que a todos divierte, entretiene y hacer morir de risa en todo el mundo. El fulano ni siquiera tiene espíritu animoso, lo que ya es mucho pedir, solo es un simple bufón, que en tan dolorosa hora que vive el país, como consecuencia de la barbarie represiva que hasta el momento arroja un trágico saldo de 58 venezolanos asesinados, exhibe su ridículo histrionismo mostrando dotes de bailarín ante sus aplaudidores de oficio, entre quienes se confunden miembros del gabinete (¿?) y del partido en el cual milita y es alto dirigente.

“El mejor payaso del siglo XXI” como lo califican conocedores del oficio circense es David Larible, quien no solo pertenece a una dinastía del mundo del circo, sino que además es uno de los payasos que recibió recientemente el prestigioso premio Clown de Oro, en el Festival de Montecarlo, por su estilo personal que combina sorna y ternura, humor y poesía. Dotes de las cuales carece el aludido individuo en el que todos están pensando. Claro está que para ser el mejor payaso del siglo XXI tiene que ser un payaso malabarista de las emociones, que deslumbre con la risa y la carcajada los momentos de ternura y poesía, todo lo cual encierra un nivel muy intelectual que es necesario comprender y entender como arte. Algo difícil que enfrenta quien quiera o tenga aspiraciones de ser payaso, dotes de las cuales carece obviamente la persona en quienes ustedes piensan.

Pero, bueno, dejemos el asunto hasta allí, porque es dolorosa y harto difícil la situación que vivimos los venezolanos, como consecuencia de la barbarie que estamos padeciendo por culpa de un régimen que pretende a troche y moche atornillarse en el poder para seguir conculcando los derechos ya depreciados de los venezolanos.

El fulano en ciernes no es un payaso, sino un vulgar bufón, adjetivo que no es otra cosa que en lo cómico y gracioso raya en lo extravagante, burlesco y hace el ridículo, o lo que es igual se trata de una persona que tiene por costumbre decir cosas chocantes, como en efecto suele hacerlo en sus diarias peroratas que realiza en cadena por televisión y medios radioeléctricos.

Del prólogo tomado de la obra Les bouffons de M. A. Gazeau (1882) en la versión española de Cecilio Navarro (1885): “Desde Esopo, que puede pasar por el primer bufón, hasta los farsantes y melindrosos del Directorio de la Revolución Francesa, hay una serie de reidores de profesión que se tomaban el trabajo de divertir a sus contemporáneos, o tenían la obligación pagada de hacer reír a sus malhumorados señores. Con su derecho de poder decirlo todo, derecho del que usaban y abusaban, los bufones de corte fueron a veces como las bocinas de la verdad. Bajo una forma burlesca o cínica, la verdad llegaba así a los oídos del amo y señor, a quien de otra manera no hubiera llegado nunca”. Además, de este detalle carece la susodicha persona a la que hacemos referencia.

En Inglaterra, Henry VIII (1491-1549) empleó a un bufón llamado Will Somers. Durante el reinado de Isabel I (1533-1603) las obras de Shakespeare eran prolijas en bufones. James I empleó a un bufón llamado Archibald Armstrong, expulsado por insultar a demasiada gente. Carlos I de Inglaterra (1600-1649) empleó a un bufón llamado Jeffrey Hudson que tenía el título del Enano Real

En España fueron vistos con el desafecto natural a una profesión que muchas veces conducía a un favoritismo de baja calaña, espías públicos, germen de malas acciones y hasta de crímenes. Velasquillo fue el bufón enano preferido de Felipe II (1556-98), el bufón Don Antonio “el Inglés” fue regalado a Felipe III por el duque de Windsor. Los retratos de los bufones reales de Felipe IV (1605-1665) fueron pintados por Velázquez, a pesar de denominarlos “sabandijas de palacio”.

Lo cierto es que solo a un bufón se le puede ocurrir decir tantas estupideces, algunas sin sentido con solo el ánimo de hacer creer a sus contertulios que está dotado de buen humor, pero no comprende o se hace el desaprendido de que raya en lo chabacano y vulgar, pretendiendo con ello hasta imitar a su padre putativo hoy en el más allá, donde se debe estar revolcando en su tumba por la poca originalidad de su predestinado sucesor, el mismo que nombró a dedo para que a mala hora fuera el candidato presidencial de su partido y ganara las elecciones en un proceso amañado, en el que por escaso margen, con la “oportuna y decidida colaboración” de la Tibi y su combo de las tres comadres, y una vez en el poder, condujo al país a la más espantosa y jamás imaginada crisis económica, política y social que registra la historia desde el nacimiento de la república.

Como indicamos en párrafo anterior, solo a un bufón como los antes descritos se le puede ocurrir desvariar situaciones sin sentido, como la de crear un Viceministro de la Suprema Felicidad, orwelliano nombre que ha sido objeto de burlas y críticas en Venezuela y el mundo. O esta otra: “Al socialismo del siglo XXI le gusta tener enemigos claros: el principal es el imperio, pero también a algunas figuras claves del mismo. Un ejemplo es el del Hombre Araña que fomenta la violencia entre los jóvenes en Venezuela”. U otra que interpretando el Evangelio manifestó: “Cristo redentor se hizo carne, se hizo nervio, se hizo verdad en Chávez” para rematar diciendo que “en la elección de Jorge Bergoglio como Papa, incidió Chávez, porque nuestro Comandante ascendió hasta esas alturas, y está frente a frente a Cristo”.

Lo más risible, y si se quiere ridículo en todo el sentido de la palabra, fue cuando expresó que “Chávez se le apareció en forma de un pajarito chiquito, que le dio tres vueltas, se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito, Me lo quedé viendo y también le silbé. El pajarito me vio raro. Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él [Chávez]. Lo sentí ahí como dándonos una bendición, diciéndonos: ‘Hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestras bendiciones”.

Faltaría mucho espacio para transcribir la cantidad de estropicios pronunciados por el inquilino del Palacio de Miraflores, con preaviso de desalojo, ya que de todos es conocido la cantidad de barbaridades sin sentido, que los venezolanos ya ni siquiera nos ocupamos de comentarlos. Solo podemos decir que el adjetivo de payaso le queda grande, pero el de bufón le cae como anillo al dedo, por lo que al título de este artículo lo cambiaríamos por el de: “El mejor bufón del siglo XXI”.

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