Es la historia menuda de esta tragedia. Una de las más graves crisis de la historia del hemisferio que enfrenta a un país aherrojado por los sátrapas al servicio y bajo las órdenes y mandatos de la tiranía cubana, y cuya sedicente oposición ha caído en manos de pigmeos automutiladores. Quienes, no conformes con sumirse en su inopia, difaman a quienes se juegan su vida y su prestigio en nuestra defensa.

Cosas veredes, Sancho…

Es muy propio de una época de aberraciones como la que vivimos desde el 4 de febrero de 1992, cuando un país desquiciado se entregara al delirio de enaltecer a su verdugo y prepararle el camino al poder para que se hiciera a su devastación, que un destacado miembro del partido de quien ha pagado posiblemente la más dura pena por intentar rescatarlo del vertedero y ponerlo a valer entre las naciones dignas del continente, pretenda ofender y descalificar a la más importante y trascendente personalidad internacional que ha decidido salir al ruedo de la confrontación en nuestra defensa contra la infamia y restaurar su plenitud democrática.

No sorprende que ese tristemente célebre personaje de la picaresca opositora nacional, sin otros atributos que el oportunismo, el arribismo y la familiaridad con uno de los máximos responsables de la tiranía, de cuyo nombre no quiero acordarme, que pretende alzarse de su rastrera estatura oponiéndose a nuestro principal valedor, intente su maniobra, precisamente, cuando los oscuros poderes de Washington hacen los más denodados esfuerzos por entronizar a Nicolás Maduro e impedir que su país, Estados Unidos, en alianza con los gobiernos responsables de nuestros principales aliados –Canadá, Panamá y Colombia– vengan en auxilio del pueblo venezolano. Del único modo posible: las armas en la mano. Para desalojar la satrapía con la simple y virtual amenaza de ponerlo entre la espada y la pared del desalojo.

No es la primera ni será la última vez que en el seno mismo de las fuerzas democráticas de una nación aherrojada se incube la traición de uno de sus representantes. Lo que sí sorprende es que el máximo líder del partido al que dicha triste figura pertenece, encarcelado desde que se iniciara la más importante rebelión antidictatorial siguiendo sus impulsos más vitales, no haya actuado a tenor de la gravedad del hecho haciendo lo único que una sana dirección política aconsejaba: expulsándolo de sus filas. En su tolerancia para acciones y actitudes contrarias a la línea fundamental de su partido, así como en el papel asumido frente al principal aliado de la dictadura, el español José Luis Rodríguez Zapatero, se encuentran dos de las causas de la derrota de sus propios intentos liberadores. Su partido dejó de jugar el papel trascendente que venía jugando desde su fundación en la cautela de los intereses democráticos del pueblo venezolano y cayó vencido ante las maniobras del socialismo español, que por medio del vil mediador ad hoc de esta tragedia –el mismo Rodríguez Zapatero– terminó por quebrar su voluntad resistente y apartarlo de un manotazo de todo protagonismo en la lucha contra la tiranía. Ha demostrado así ser el principal enemigo de su propia causa.

La insistencia en la traición del personaje de que es cuestión en este artículo es tanto más infame cuanto que, quebrada la voluntad liberadora de su secretario general –o como quiera se llame el cargo que detenta– corresponde quebrar la voluntad liberadora de su partido poniéndolo a la cabeza del rechazo a las gestiones imprescindibles del secretario general de la OEA. Se configura así el caso más emblemático de automutilación del más pugnaz enemigo de la tiranía.

Confieso haberme sentido conmovido por la declaración que 5.000 de sus voluntarios hicieran a fines del año 2015 llamando a la rebelión franca y abierta contra la tiranía. Primer llamado a una intervención humanitaria. Me conmovió al extremo de obligarme a adherirme a su causa. Un gesto estrictamente simbólico sin ningún efecto práctico, ante una maquinaria partidista que no admitía el aporte cuestionador de recién llegados. Ya estaba en manos de los tartufos y pigmeos que hoy pretenden cuestionar la grandeza de Luis Almagro, el más grande líder de la democracia latinoamericana.

Es la historia menuda de esta tragedia. Una de las más graves crisis de la historia del hemisferio que enfrenta a un país aherrojado por quienes coordinan la satrapía al servicio y bajo las órdenes y mandatos de la tiranía cubana, cuya sedicente oposición ha caído en manos de pigmeos automutiladores. Quienes, no conformes con sumirse en su inopia, difaman a quienes se juegan sus vidas y sus prestigios en nuestra defensa.

Cosas veredes, Sancho…


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