Hugo Chávez gana por primera vez las elecciones el 6 de diciembre de 1998. Toma posesión el 2 de febrero de 1999 y convoca inmediatamente, con el aval genuflexo y complaciente de la Corte Suprema de Justicia, a una Asamblea Nacional Constituyente, a pesar de que en la Constitución vigente para la época, la de 1961, no existía dicha institución. El 25 de julio fue electa la Constituyente y el 24 de agosto de 1999, la para entonces presidente de la extinta Corte Suprema de Justicia de Venezuela, Cecilia Sosa Gómez, renunció a su cargo de presidente del más alto tribunal de la República aduciendo que la Corte Suprema de Justicia «se ha suicidado para evitar ser asesinada».

Reseña el diario El País de España en su edición digital del 25 de agosto de 1999 lo siguiente: “El proceso de cambios emprendido por el gobierno revolucionario y sus plataformas afines se cobra pues su primera víctima de peso. Sosa calificó de ‘traidores’ a los partidos y al Congreso elegido el 6 de diciembre de 1998, reducido por la Constituyente salida de los comicios del pasado 25 de julio a su mínima expresión, y dimitió después de que 8 magistrados de los 15 miembros del CSJ, contra el voto negativo de 4, y la ausencia de otros 2, decidieran en la noche del martes acatar el decreto de emergencia judicial aprobado la pasada semana por la Asamblea Constituyente. Ese decreto creó una comisión encargada de investigar el desempeño de los magistrados de la CSJ, del Consejo de la Judicatura, y de, aproximadamente, 1.200 jueces nacionales, antes de proceder a su despido, sanción o confirmación en el cargo. Cecilia Sosa negó a ese grupo investigador, y a la Constituyente, la facultad legal de decidir sobre el destino profesional de los integrantes del Supremo, y de cogobernar. La Asamblea únicamente fue autorizada por el referéndum que abrió paso a su creación, manifestó Cecilia Sosa, a redactar la nueva Constitución que sustituirá a la vigente desde 1961, y también a diseñar «un nuevo sistema que acabara con los vicios y las rémoras de una democracia que había involucionado».  (Negrillas mías).

Algo parecido están haciendo la mayoría de los partidos integrantes de la coalición opositora, cuando para evitar ser liquidados como partidos políticos y por no haberse puesto de acuerdo en un mecanismo para escoger el candidato único, optaron por transitar el cómodo camino de llamar a la abstención como mecanismo de protesta para provocar la salida de Maduro del poder. Aun cuando no dejan claro cuál es la ruta, dejan entrever que la salida sea mediante un golpe militar o una intervención extranjera. Así lo han hecho conocer en las redes sociales haciendo llamados a la Fuerza Armada Nacional y a la intervención humanitaria de fuerzas extranjeras.

Ninguna de las dos es viable hoy por hoy. En primer lugar, articular un movimiento sedicioso se ha convertido en una tarea imposible. Los controles internos en el seno de la Fuerza Armada, aunado con el encarcelamiento de oficiales y suboficiales que de una manera u otra han manifestado su descontento con el régimen, hace que ese camino sea cuesta arriba. En segundo lugar, ya la opción de la intervención extranjera asomada por el presidente Trump en agosto del año pasado ha sido descartada por la oposición que ha encontrado en los países de la región. Lo que nos queda es votar. Y votar masivamente, porque el descontento con Maduro y el régimen es de tal magnitud que si logramos que haya una votación de 70% del registro electoral, no habrá trampa ni triquiñuela que valga. Claro está, es muy importante cuidar las mesas electorales no solo en las urbanizaciones de clase media donde se concentra el voto opositor, sino en los  grandes sectores de clase media baja y baja, quienes están sufriendo los embates de la escasez y del costo de la vida. Ese sector está muy molesto con Maduro y si los estimulamos a votar, lo harán por Henri Falcón. Para cuidar el voto es imperante contar con la maquinaria partidista diseminada en toda Venezuela; fundamentalmente de los partidos Acción Democrática y Primero Justicia, cuyos militantes poco a poco se han ido sumando a la candidatura de Falcón.

Por otra parte, la opción de la abstención es una alternativa que de por sí no tiene ningún efecto desafiante. Ello por la sencilla razón de que el voto en Venezuela no es obligatorio. El voto es un derecho que se ejerce o no. No hay ninguna disposición normativa que penalice el no votar; luego, el no hacerlo no resulta en ninguna afrenta a las instituciones existentes. Sí lo sería, por ejemplo, que la clase dirigente y la población decidan no pagar impuestos. Ahí sí estaríamos desafiando la legalidad.

Además, para ser electo presidente de la República basta con sacar mayoría de votos. La Constitución vigente de 1999 no puso limitaciones en relación con la cantidad de votos necesarias para ser electo. No consagró el ballotage. Esto es, poco importa si vota 20%, 30% o 70%. Basta que un candidato saque un voto más que su contrincante para que quede formalmente electo. Por eso es que la abstención en estos momentos de furia y de descontento con el gobierno perjudica al candidato opositor. Para los que nos oponemos conceptualmente al modelo socialista, el no voto sí es un castigo porque nos amputa una posibilidad tangible de salir de una manera civilizada y de una vez por todas del régimen que nos gobierna. Desperdiciar la opción de salir de Maduro a través del voto es criminal.

Otro capítulo de la estrategia de la MUD ha sido el de denunciar el fraude por adelantado en las elecciones del 20 de mayo. En ello han logrado con éxito la coalición internacional de muchos países que también se han adelantado en desconocer el resultado electoral tachándolo de fraudulento. El llamado Grupo de Lima primero y después los países de la Unión Europea. Ni hablar de Estados Unidos. Frente a ello la respuesta debe ser la que dio el propio presidente del partido Acción Democrática, Henry Ramos Allup, el 28 de enero de este año, después de anunciarle al país que Acción Democrática había logrado revalidar a su partido político ante el Consejo Nacional Electoral. En sus declaraciones Ramos Allup dijo: “¿Qué pasaría si con todos los atropellos del CNE y el ventajismo del gobierno, la oposición ganara las elecciones? ¿Reconocerían o no los resultados?”. En ese momento su candidatura a la Presidencia de la República era una opción dentro de las muchas que existían en la MUD. La comunidad internacional le hizo caso al sector radical de la MUD, que cuenta con un formidable lobby en el exterior.

En conclusión, lamentablemente, la coalición opositora juega al “después de mí el diluvio”, sin darse cuenta que de ganar Maduro no solo se ahogarán ellos sino todo un país. Estamos a tiempo de rectificar. Rectifiquémosle pues.


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