En repetidas oportunidades he hablado y escrito, con muchos otros, usando la expresión crisis general para referirme a la situación de Venezuela. En la historia de las personas, los grupos y las naciones lo que los hace humanos es su eticidad, su condición ética, y con ella la necesidad y posibilidad de mantenerse cohesionados, integrados socialmente para actuar como un conjunto con sentido.

La crisis ha invadido mucho más allá de la economía, la salud, la educación, la institucionalidad y las infraestructuras y su funcionamiento. Un más allá imposible de precisar. Penetra lo cotidiano, lo íntimo como una atmósfera. Un grave e impalpable malestar: una ruptura ética.

En esa condición están los militares, independientemente de los privilegios o facilidades que puedan o no tener, están “crisiados”. Más allá de los muchos datos e informaciones de la situación de grupos o individuos, encuentran que sus vidas pierden sentido. La intriga prospera y el gobierno, tratando de ubicar el daño, hace purgas y persecuciones violando las mismas leyes militares y sus tradiciones de rangos y jerarquías.

Uno no puede sino imaginarse los aires enrarecidos y de mutua sospecha de las inevitables reuniones de gabinetes y mandos tratando de interpretar en gestos y miradas, maneras y ritmos de los aplausos y coros las infidelidades o trapacerías incubadas.

Este es el contexto en el que debe comprenderse la necesidad de cambiar y construir el país. De otra eticidad que se alimente de la organización y la acción. De organizarse en todos los campos y niveles para la resistencia y la construcción más que la búsqueda de un caudillo resolvedor.

La resistencia puede verse como instancias donde el grupo, alimentado de sus esperanzas y necesidades, promueve discusiones y acciones contra la dictadura y reclaman la vigencia de la Constitución y la profundización de la democracia.

La construcción como el conjunto organizado de fuerzas para la creación de proyectos y propuestas para la producción.

Todo ello hacia otro país, que, dejando atrás la petrofilia, con sus actitudes de prepotencia compradora y el más reciente accionar gubernamental carnetizando la servidumbre, se esfuerza y esmera en proyectos y en los cursos de su realización: otra nación.

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