Vivimos tiempos de arena movediza, casi todo carece de la firmeza insoslayable de los principios. Hemos venido sucumbiendo ante los tentáculos del negocio mal habido.
Cuando todo parece pervertirse, los refugios de la fe sufren el escozor de la charlatanería. Abundan en esta época toda suerte de tahúres disfrazados de ministros. Hoy las congregaciones son una especie de franquicias de comidas rápidas que generan ganancias exorbitantes. Detrás de la honesta creencia de la gente, se oculta toda una maquinaria de vividores que hacen de predestinados. Son los herederos de antiguos especímenes que penetraron la iglesia y fueron los energúmenos que horadaron las bases del evangelio.
En el desiderátum de los siglos la fe se extravío. El oscurantismo se apropió de sus principios y desde los púlpitos predicó la desmedida ambición. Hombres perversos se escudaron tras los atavismos para vivir con esplendidez. El evangelio de hoy es la cuarta industria más lucrativa de Estados Unidos. ¿Sabían que la economía de las principales organizaciones cristianas es más sólida que toda Centroamérica?
Queremos decir que hablamos de algunas congregaciones religiosas, existen las que de manera honesta hacen una verdadera labor al servicio del prójimo; sin embargo, la maquinaria manipuladora prosigue. Según un artículo de 2003 en Forbes Magazine las grandes iglesias son grandes negocios. Los investigadores encontraron que en 2003 había 740 superiglesias, cada una teniendo un promedio de 6.876 participantes. Los ingresos netos medios de cada una eran de 4,8 millones de dólares en el momento del estudio. El artículo de Forbes declara: “El acercamiento empresarial ha contribuido al crecimiento explosivo de las superiglesias”.
¿Es el espíritu empresarial o el Espíritu Santo que atrae a los convertidos a esta nueva religión? Unos solían decir que el amor al dinero es la raíz de todo el mal y el hombre rico (como el camello) estará para siempre fuera del reino. ¡La transformación de la iglesia del milenio es todo sobre el capitalismo cristiano, aquel que el libre mercado ha puesto en libertad será libre en efecto! Unos podrían pensar que poniendo sus últimos cientos de dólares en la canasta que pasan en las iglesias como “el dinero de fe de semilla” se parece mucho al juego de azar o a la compra de un boleto de lotería para hacerse rico.
Las religiones siempre han evadido las obligaciones fiscales que cualquier ciudadano o empresa cumplen. ¿Cómo? Dando una falsa apariencia de caridad. Afirman ser entidades “no lucrativas” o asociaciones “sin fines de lucro”. Nada más falso. Las iglesias, en la cruda y oscura realidad, son instituciones recolectoras de dinero, de dinero fácil. La religión, sea la que sea, sin dinero se desploma.